lunes, octubre 17, 2005

La conocí en un damerograma

La conocí en un damerograma
me llevaba por las calles atado a su sonrisa
me daba masajes con sus mensajes
con su misterio
con su canela esparcida en un mar celuloso
su frente siempre alta
su desesperación
su estallido de risas, su ternura
su cara de enfado que siempre se le borraba
sus fabulosas piernas
(yo imaginaba también así de bellas sus neuronas)

Pero desapareció
seguramente se perdió en una sopa de letras
o quizás volvió a su eterno jeroglífico
y me quedé sin el hilo que me ataba a su boca
sin la calma de sus consejos en voz baja
sin el halo de magia que me regalaba
como si se le cayese, pero era para mí
sin ese kilómetro cuadrado de luz
de borrachera de huesos esparcidos
con el mejor de los azares posible
(ronroneaba como si se abandonara)

Pero nunca se fue
caminaba a saltos entre los párrafos
ruborizando al crucigrama blanco
y yo daba las gracias a las palabras
que me dejaban usarlas para ella
para que mi fugaz mujer fugaz
mi valiente y sagaz mujer fugaz
me mirase feliz agazapada
tras un dado, una caja o tras sus manos
sonriendo hacia adentro, ilusionada
(no se pudo marchar: era mi sueño)

4 comentarios:

Administrador dijo...

cómo tenía los hombros?

Antonio Tausiet dijo...

Eran brillantes como las cubiertas de la revista de pasatiempos, huesudos, redondos y suaves

Anónimo dijo...

un veintitrés de mayo

Antonio Tausiet dijo...

...de 2003, a las siete y media de la tarde, llorando: nunca mais