Telémaco tenía una caja registradora.
No de dinero.
No de ventas al contado.
En su caja registraba los días que iban pasando.
Registraba las veces que sus ojos pestañeaban,
las sonrisas que escapaban de sus labios.
Los lugares que aún no había visitado,
las reflexiones que le habían provocado
la caída de una caja de cerillas
o el chasquido de cerrarse de un candado.
En su caja de un gris verdoso tristísimo
ordenaba con paciencia sus hallazgos,
sus fines, sus despropósitos, su mundo...
que era el Universo todo.
lunes, octubre 17, 2005
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