sábado, marzo 24, 2012

Volando en calma


El ruido del vuelo era casi imperceptible. En el interior del avión todo era calma. Los pasajeros parecían dormidos, y en el puesto de mando los pilotos permanecían en silencio. Las azafatas no se paseaban por los pasillos. Hacía varias horas que nadie pedía agua, ni una almohada, ni un whisky. En el aeropuerto empezaron a preocuparse. El aterrizaje estaba previsto a las nueve, y eran ya más de las once. El avión seguía dibujando círculos. Los intentos de comunicación habían resultado fallidos. El gato que solía recostarse al sol, cerca de las escaleras de acceso a la torre de control, levantaba las orejas con movimientos nerviosos. Cuando por fin se estrelló el aparato, los enfermeros del Samur encontraron entre los restos del fuselaje y los cadáveres unos cuantos cientos de escorpiones vivos.

Las turbulencias desordenaron el equipaje en el interior de la bodega. El contenedor de seguridad que contenía a los animales se rompió, y consiguieron abrirse paso hasta la cabina del pasaje. Nadie murió al tomar tierra. Ninguno de los ocupantes del avión estaba vivo cuando se produjo el accidente.

No hay comentarios: