Quizás si el asombro que provoca la belleza
desencadenara un tiritar en las entrañas
de los promotores inmobiliarios,
el hielo del paisaje urbano quemaría mucho menos.
Quizás si los vestigios del pasado con su aura melancólica
recibiesen un minúsculo porcentaje de ternura,
el intenso frío de su muerte lenta
no sería equiparable al de las calculadoras de los concejales.
Pero piedras, memoria, arte, civilización y convivencia
con sus cargas de belleza, asombro y melancolía
permanecen hibernadas en la fría cámara que guarda la sensibilidad
(única manifestación humana de inteligencia).
Quizás si un clarinetista callejero
sostuviese entre las manos estas frases
(a la sombra de algún viejo caserón abandonado)
sus dedos se congelasen de paradoja:
el arte en la calle es helarte en la calle.
lunes, septiembre 18, 2006
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