Lo que nos sucede son pruebas
que nos impone el Espíritu Santo,
mientras Dios Padre, despreocupado,
juega al béisbol con Jesucristo.
San Joaquín nunca le explicó a la Virgen María
la diferencia entre el mozárabe y el prerrománico:
los perros ladraban igual,
pero las mujeres no tenían lavadora en el monte Sinaí.
Siglos de regalos cósmicos como los rayos gamma
no nos convierten en buenos jugadores de póker.
Al contrario, rezamos versos sin rima
olvidando la presencia de conejos y buitres.
Sudar, reír y callar:
son los preceptos topográficos
que marcan las líneas imaginarias
entre la selva y el holocausto.
Una hormiga se pasea por el vello
de la axila inerte del último alfarero:
no hay peligro, porque en el piso quinto
ha nacido una niña morena que aúlla.
Veo gotas de sangre en el lavabo
y le pido perdón al dios de las pequeñas heridas.
Me han presentado al hombre sin gracia
y me importan un bledo su vida y sus historias.
Solo deseo dormir y que mañana
la luz no me moleste demasiado.