Achaques y manías
estorban mis trabajos y mis días
Javier Krahe, Encefalogramas (1985)
Han pasado los días
como hojas
de libros sin leer
Joaquín Sabina, Dos horas después
(2005)
Se avecina la edad de la premuerte
en el desierto vacuo de la vida
y las horas se sienten deprimentes
y rápidas, con soda y naftalina.
Sólo el amor ayuda a resistirse
al afán estúpido del irse
sin contar con los prójimos amantes,
sin darse cuenta apenas de los días.
Proclamando espinas sin sentido,
esperan complacientes podredumbres
que no dicen nada sino muerte,
que no aportan más que enfermedades.
Alejarse del goce de la sangre
y de la alegre plétora del humo
es darle la razón al ostracista
y quitársela al que da risa al insumo.
Formular viejas chácharas tronantes
que acercan la miseria al espantajo
y evitar flores, sábados, oremus,
que nos dan la razón a los amantes.
Escuchemos la música del polen,
la verdad indiscutible del oráculo
que nos brinda paisajes, huellas, sábanas,
temblores, maravillas, espectáculos.
Dejemos nuestra huella en lo que surja,
sin reparar en dolencias cotidianas,
mejorando lo presente cuando tenga
presencia en nuestra mente de viáculo.
Porque la redención es el presente
y la mortificación es el pasado,
porque el dolor es sólo rémora caduca,
porque el placer es ver pasar la vida a tragos.
Aquiescencia ante la música perpleja,
reconciliación sincera ante los tráfagos,
paz para comprender la vida eterna,
esa que no es más que la que nos pasa.
La que se extingue, pronto, acelerada,
pero la que tenemos cada uno
en las entrañas secas de la nada
para poder disfrutar sin esperanza.
Pero sin incidir en la tristeza
ni en los pasos espurios del pecado
de los que no creían en la historia
como superación del ser profundo.
Amémonos sin freno, mansamente
y de modo salvaje y sin sentido,
puesto que la verdad es sólo una,
la que tú y yo queramos siempre, nunca.
Vivir, sentir, nadar a bocanadas,
aunque duela el pasado o la corriente
de los que no saben quererse con sentido
de la profunda esencia del presente.
Privarse del placer es insensato,
provocar el fracaso antes de tiempo,
no saber la razón de la locura
de caminar unidos con los pájaros.
Me duele aquí, no duermo, soy muy débil,
no sé si aguantaré, me estoy cayendo,
prefiero retirarme, soy muy viejo,
que te den por culo, cacho laxo.
La edad y las dolencias son la mente
que te reconfiguran paso a paso
hasta llegar a hacerte un ser inerte
convaleciente de ti, huesos raídos.
Adormece el alcohol, la gasolina
acaricia ese darse por vencido
a los que sólo viven por rutina
y mueren relamiéndose, caídos.
Presiento que mis propias reincidencias,
la respuesta infecunda del olvido,
proveerán de color resplandeciente
a los próximos días del abismo.